martes, 1 de febrero de 2005

DEMOCRATIZAR LA DEMOCRACIA ES EL PROYECTO

Luis I. Sandoval M.

Convertir en proyecto político autónomo el acumulado de causas democratizadoras que han poblado la vida del país en más de medio siglo, desde 1948, es un reto a la creatividad de las nuevas formaciones políticas, en particular del Polo Democrático Independiente, Alternativa Democrática, la izquierdas liberal y el conservatismo progresista, inclusive de los insurgentes que entiendan que hoy es más revolucionario hacer la paz que hacer la guerra. Este breve artículo ofrece una síntesis de los elementos comprendidos en esta visión y esboza las posibilidades y problemas que plantea su desarrollo.

Colombia es un país democrático que practica en rito inexorable la democracia política electoral, pero que es incapaz de asimilar dinámicas sustantivas de democratización social con movilización popular. Colombia es un país democrático, pero donde sistemáticamente se reprime la protesta social y se extermina la oposición política. Colombia es una república rica y diversa en todos los órdenes, pero donde las regiones continúan sometidas a un inequitativo y absorbente poder central. Colombia es un país democrático, pero donde los espacios y mecanismos de transacción de los conflictos son absolutamente precarios. Colombia es un país democrático, pero que experimenta una de las crisis humanitarias más agudas del planeta por la violación masiva del derecho internacional y de los derechos humanos. La sociedad colombiana es democrática, pero la vida de las familias, las relaciones entre padres e hijos, las relaciones entre hombres y mujeres, las prácticas intraescolares reflejan un alto índice de autoritarismo y de violencia. Colombia es un país democrático, pero en sus calles ocurren más muertes que en sus montañas donde se libra un enfrentamiento atroz. Colombia tiene una economía democrática, pero en ella la concentración de la riqueza, el ingreso, la tierra y la propiedad accionaria es cada día mayor.

Esa es la situación que se mantiene y agrava por décadas. Por ello el país nacional agita banderas de reivindicación democrática frente al país político. De hecho la nación colombiana se ha poblado de causas democráticas en todos los ámbitos en los últimos 50 o 60 años, causas democráticas que no han tenido salida ni satisfacción a través de los partidos existentes, ni del Estado clientelar que esos partidos han conformado, ni de los movimientos que hacen política con las armas porque su proyecto resultó marginal, desvirtuado e inviable.

La madre de las crisis en Colombia es la crisis de la política, subrayo, no crisis política sino crisis de la política. El déficit de democracia tiene raíz en una insuficiencia radical de la política, esto es, de la ciudadanía, lo público, la expresión, la participación, la representación. A la política le corresponde traducir las aspiraciones en proyectos y dirimir el incesante conflicto por el poder. Competir por el poder sin derivar en la violencia es como caminar sin caerse, asumiendo que cada paso es una caída detenida a tiempo. El sistema político le sirve, le debe servir, a una sociedad para avanzar sin precipitarse en la contradicción insoluble, aprovechando creativamente sus conflictos. Es precisamente lo que no ocurre en Colombia.

La nuestra es una crisis prolongada y compleja. Se trata de una crisis polifacética - política, económica y social - que va más allá del conflicto armado y que, por ello, su superación requiere más que un proceso de paz. La crisis colombiana es anómala porque es permanente, nos instalamos en ella, lo cual refleja una extrema dificultad para cambiar.
Los dos momentos de cambio político en la historia reciente del país, el Frente Nacional y la Constituyente de 1991, han resultado insuficientes para conjurar la inadecuación del sistema político. En esmerado trabajo, "Democracia Pactada" (2000), Andrés Dávila Ladrón de Guevara ha explicado lo que de común tienen estos dos momentos, lo que revelan y las limitaciones profundas que hacen evidentes. "Las dos reformas no dieron las bases para que el régimen político pudiera proyectar una legitimidad a través del tiempo, en buena parte porque no tocaron a fondo las bases económicas y sociales de la sociedad" Sin embargo "El Frente Nacional y el proceso Constituyente de 1991 muestran la elección y vigencia del pacto político como fórmula central para procesar el cambio... la casi viciosa adhesión al recurso del pacto para superar entrabamientos y bloqueos... hay ante todo un reflejo de negociación y de consenso entre élites ampliadas que parece resolver temporalmente el problema en una dirección al menos por definición paradójica e inesperadamente democratizadora".

Pero aún estos precarios avances se diluyen y se desmontan sin contemplación: "A punta de reformas puntuales y en forma imperceptible la Constitución del 91 ha dejado de existir. ¿A donde vamos? No sabemos. El desmantelamiento paulatino de la Constitución del 91, en algunos casos justificado y en muchos otros no, demuestra que la reingeniería constitucional en Colombia parece un deporte nacional. No obedece a un criterio claro del Estado que queremos tener". (María Isabel Rueda en SEMANA, diciembre de 2003, 1ª semana).

Una conclusión se impone: no obstante el perenne reformismo, el gatopardismo de Lampedusa, que todo cambie para que todo siga igual, la política y la institucionalidad colombiana siguen siendo incapaces para tramitar democráticamente la diferencia, la diversidad y el conflicto y, por supuesto, para responder a las aspiraciones sociales de las mayorías y al reclamo de las regiones por ser partes auténticas de una nación.

El enfrentamiento armado es fruto nefasto de la insuficiencia de la política. Es un error formarse la idea de que puede pervivir la política al tiempo con el conflicto armado. O la política absorbe el conflicto o éste termina haciendo impracticable la política. En todo momento es preciso pensar y hacer la política de tal manera que resulte inútil el enfrentamiento. En Colombia el reto ineludible de la política, uno de los referentes provocadores de su recreación, es seducir y ofrecer una salida decorosa y realista a los armados. El país necesita con apremio vital que quienes están en armas encuentren la forma de perseguir sus objetivos por otros medios, es decir, por medios civilistas y democráticos. Ello sólo se puede dar en el campo de la política, de una nueva política, de una política que sea capaz de recrear el ámbito de lo público, el imaginario de la nación y la confianza en la controversia pacífica sobre el destino colectivo.

De ahí la importancia y la absoluta pertinencia de mantener en alto la bandera de gobernar a Colombia ampliando la democracia y no restringiéndola, dando curso a la multiplicidad de causas democratizadoras que han poblado la nación y que subsisten ansiosas de realización y plenitud. Solo decidiéndonos a superar el déficit de democracia nos pondremos en el camino de la paz. Paz imperfecta, la única posible, pero perfectible. El proyecto de Colombia, la vía de superación de la crisis nacional, es la democratización que significa inclusión política, inclusión social y dignidad nacional. Por ello, es una misma la categoría que sirve tanto para entender el nudo del proceso como para definir el proyecto: democratización.

El país necesita el surgimiento de un proyecto incluyente que cumpla funciones de mediación estructural entre el establecimiento y la rebelión política, que a un tiempo rescate el republicanismo del primero y el reclamo social de la segunda. El programa de esa opción incluyente no es otro que un programa de profundización de la democracia, "Democratizar la Democracia" como se ha dicho, dentro del cual han de figurar la resolución consensuada de asuntos centrales como los siguientes:
  1. El ordenamiento territorial que cree un nuevo equilibrio entre regiones.
  2. El cambio en la justicia para asegurar el respeto a los derechos de todos/as.
  3. La explotación sostenible y nacionalista de nuestros recursos naturales.
  4. El papel del Estado en la formación de riqueza y en su distribución equitativa.
  5. El papel recreador de la educación, la cultura y la comunicación.
  6. La estructura de poder y las reglas del juego político: democracia para todos.
  7. La autodeterminación de la nación y su integración regional y mundial.
  8. La forma de asegurar el monopolio de la fuerza en el Estado democrático.
Sobre estas materias necesitamos construir consensos fundantes articulados (lo mínimo, lo fundamental, la estructura básica), será una propuesta de claro sentido y contenido social en consonancia con las grandes reacciones populares que se agitan en el continente latinoamericano y en el mundo, una propuesta habilitada orgánicamente para moverse hacia objetivos de democracia en profundidad, con real capacidad para satisfacer en forma progresiva aspiraciones sociales, aspiraciones etnoculturales, aspiraciones regionales y aspiraciones de dignidad nacional. El proyecto ha de ser de cambio en la continuidad y de continuidad en el cambio, la mediación estructural ha de ser para un nuevo pacto social y político que se exprese, a la vez, en un nuevo pacto constitucional cuyo propósito central sea desarrollar y cumplir la moderna carta de derechos contenida originalmente en la Constitución de 1991.

Democratizar la democracia sí, mediación estructural sí, gobernar ampliando y no restringiendo la democracia sí, se dirá, pero ¿cuál sujeto? En el país existe una sensibilidad democrática en la base ciudadana que no ha tenido posibilidad de expresarse por el bloqueo entre país nacional y país político. La recreación de la política consiste en procurar la liberación del sujeto de transformación democrática que pugna por salir al escenario histórico de la nación. Lucho Garzón gana en Bogotá, y otros en el país, porque él y el naciente PDI con certera intuición se ubican en el sentido de la Colombia profunda. En la medida en que esta sensibilidad y esta intuición adquieran la dignidad y la consistencia de un proyecto consciente tendrá lugar en el país la instalación de una nueva hegemonía política.

En Colombia hay tres posibilidades de sujeto y tres posibilidades de hegemonía de conformidad con las tres lógicas políticas predominantes: lógica reaccionaria en la que se mueven los actores que pretenden sostener el establecimiento mediante la restricción de la democracia y la profundización de la guerra, lógica insurgente en la que se mueven los actores que se proponen revolucionar el establecimiento mediante el privilegio de la acción armada, y lógica de transformación democrática en la que se mueven los actores que buscan democratizar la democracia por todos los medios de lucha civil.

Lucho Garzón, Alcalde Mayor de Bogotá, en su discurso de posesión el primero de enero de 2004, ilustraba así el tema: "En Colombia hay tres maneras de asumir la Constitución Política de 1991. Hay quienes han decidido desconocerla en términos absolutos y rebelarse contra ella; no le reconocen nada y asumen una actitud subversiva frente a todo lo que llaman ellos ‘institucionalidad’. Ese es su juego, a eso apuestan y ellos adoptaron esa línea. Otros han decidido reformar la Constitución de 1991 sobre la base de regresar a la Constitución de 1886. Pretenden reversar los avances y desconocer los alcances de la Carta del 91. Creen en el centralismo, el autoritarismo y muchos rasgos que, de una u otra manera, van haciendo perder los espacios democráticos que desarrolló la Constitución del 91. Y estamos quienes nos comprometemos plenamente con un Estado Social de Derecho, con la defensa de la Constitución del 91 y su desarrollo."

Esta tercera lógica, en la que se inscriben cada día más ciudadanos y ciudadanas, más y más actores en regiones y sectores, en la que pueden tener cabida el centro derecha y el centro izquierda, es la que está conduciendo al surgimiento de un nuevo sujeto político que interpreta y expresa al país nacional y que puede jugar un papel de mediación estructural entre el establecimiento y la rebelión a través de un proyecto incluyente de nación. Ese sujeto es el que de manera parcial se manifiesta, en términos electorales, a través de formaciones independientes y alternativas, la mayor de ellas el PDI. Pero el vecindario democrático es mucho más amplio, hay que ir más allá de siglas y apariencias para descubrirlo. Democratizar la democracia es el proyecto de muchos y muchas que aún no se distinguen entre sí. Es la identidad política por construcción hoy en Colombia.

La conformación de la gran coalición para enfrentar los retos del 2006 no puede ser solo una empresa electoral, más allá de ella, inspirándola, es preciso que se constituya en un gran ejercicio de construcción de identidad política del sujeto de transformación democrática que Colombia necesita. "La cuestión decisiva de una política democrática no reside en llegar a un consenso sin exclusión... sino en llegar a establecer la discriminación nosotros / ellos de tal modo que resulte compatible con el pluralismo" ha observado agudamente Chantal Mouffe (1999).

Bogotá, febrero de 2005.