jueves, 30 de agosto de 2007

BOGOTÁ: DE LOS LOGROS DE LUCHO A LOS RETOS DE SAMUEL.

Luis I. Sandoval M. Investigador Ismac.

Lucho condujo la pesada tractomula del Distrito Capital para que, con mucho combustible, pasara del carril derecho al izquierdo sin volcarse y sin estrellarse, pero ese tránsito no está concluido ni asegurado, apenas está comenzado.

En junio de 2003, en la sesión del Foro Social Mundial en Cartagena de Indias, Luis Eduardo Garzón estaba fraguando la determinación de ser candidato a la Alcaldía Mayor de Bogotá a nombre de y a partir del PDI. En ese Foro, sin duda, se nutrió significativamente su proyecto, su programa y su voluntad política. Lucho venía de la CUT y del Frente Social y Político surgido de aquella en 1999. Había sido el candidato presidencial independiente que en el 2002 hizo sentir con claridad al país que frente al polo autoritario de las derechas con Uribe a la cabeza, emergía promisorio el polo democrático como expresión de la unidad en cierne de las izquierdas y sectores democráticos. Tal la trayectoria que forjó el proyecto de izquierda democrática del cual Lucho Garzón es a la vez diseñador y constructor, gestor y producto.

Este proyecto consiste, en palabras simples, en atacar la inmensa deuda social creada por el modelo neoliberal en toda América Latina y en el mundo, con visibilidad impresionante en la pobreza y la miseria de las grandes urbes que no dejan de crecer con gentes expulsadas y desplazadas del campo donde las condiciones de vida son aún peores. Hay que desmontar este modelo poniéndole objetivos sociales a la economía y a la gestión pública, hay que reconocer derechos a todos y todas, recrear la función social del Estado, empoderar a la gente a través de la participación eficaz, abrir todo el espacio posible a la cultura de los pueblos, renovar la política superando la violencia, la corrupción y el abuso de poder. El referente inmediato es la Carta de Derechos de 1991 y el Estado Social Democrático de Derecho que a partir de ella se visualiza.

Con la inspiración ideológica de la izquierda democrática, con los votos sumados de la izquierda unida, la franja independiente y los sectores liberales y conservadores progresistas y constitucionalistas, fue elegido Lucho Garzón y con ese espectro político gobernó la ciudad. Con Lucho el cambio que la ciudad experimenta desde hace tres lustros en fortaleza fiscal, capacidad de gestión, infraestructura, cultura ciudadana, no se detuvo sino que se continuó, profundizó y adquirió un decidido giro social. Con Lucho se desactivó la llamada bomba social, se redujo la pobreza, se expandió la cultura, se introdujo la visión de que la ciudad más que las obras de cemento y el embellecimiento urbano la constituyen los ciudadanos y ciudadanas, los niños, la niñas y los viejos, los gays, los desplazados, las etnias, los discapacitados, los indigentes. Con Lucho se instaló la lógica de los derechos que se expresa en el lema Bogotá Sin Indiferencia, Ciudad Moderna y Humana.
En 9 años la ciudad ha pasado del pesimismo al optimismo. En 1998 el 55% pensaba que la ciudad iba por mal camino, en el 2007 el 58% piensa que la ciudad va por buen camino según el programa Bogotá Cómo Vamos. Esta percepción resume los avances acumulados durante varias administraciones. Los índices que se ofrecen todos los días a través de distintas evaluaciones de la administración de Lucho Garzón, muestran que programa de gobierno, plan de desarrollo, políticas públicas, relaciones políticas, discurso e imaginario de ciudad, se orientaron de manera coherente y acumulativa hacia la realización del proyecto político de izquierda democrática.

Lo anterior para afirmar que hay motivos ciertos, inocultables, para la satisfacción pero que ellos no pueden degenerar en triunfalismo paralizante. Lucho condujo la pesada tractomula del Distrito Capital para que, con mucho combustible, pasara del carril derecho al izquierdo sin volcarse y sin estrellarse, pero ese tránsito no está concluido ni asegurado, apenas está comenzado. Lucho cohabitó con Uribe y se diferenció de él sin pelearse con él. En virtud de esta actitud Lucho es autor de una ganancia imponderable: generó confianza en la capacidad de gobierno de la izquierda democrática. La gestión de Lucho merece un reconocimiento pleno ante los aciertos, pero también requiere un replanteamiento pleno ante las limitaciones actuales y los requerimientos de futuro.

El replanteamiento es en el sentido de abocar cambios estructurales que tienen que ver con la propiedad y uso del suelo urbano, las plusvalías creadas y no aprovechadas a favor de la ciudad, el ordenamiento territorial que requiere ajustes considerables, la estructura productiva y la generación de empleo, el cambio del Estatuto Orgánico de la ciudad que no se elude con la acertada pero limitada reforma administrativa hecha en el marco del existente Decreto Ley 1421, la participación ciudadana y las relaciones políticas para modificar los esquemas de poder, las vías y los cuellos de botella de la movilidad, todo ello en un escenario de ciudad región con dimensión ambiental.

Lucho acertó en iniciar la transformación social, mucho hay que hacer para que no se detenga y Bogotá sea de verdad un milagro de cambio con desarrollo humano y justicia social basados en el protagonismo ciudadano. Bogotá puede crear más riqueza y puede distribuirla mejor, la ciudad está preparada para ello. Los logros de Lucho es el primer paso para identificar los retos de Samuel. Si tanto hizo Lucho con partido y proyecto incipientes, sin relación programática y orgánica estables entre uno y otro, mucho más podrá hacer Samuel con partido y proyecto medianamente desarrollados.

Lucho deja las cosas en un punto más alto que Peñaloza y que Mockus, ello es reconocido en todas las vertientes de opinión (El Tiempo, agosto 5 y 14, El Nuevo Siglo, agosto 8). Todas las cifras, los indicadores, los análisis, dentro y fuera, muestran que el programa de Bogotá Sin Inferencia, Más Moderna y Humana, se hizo realidad en un grado muy alto y con inmenso impacto positivo en la ciudad y en el país. Esta percepción es confirmada por el Informe de Desarrollo Humano sobre Bogotá, próximo a concluirse, que dirige en Naciones Unidas Hernando Gómez Buendía.


LA ESTRATEGIA PARA LA VICTORIA DE SAMUEL

El primer resultado del excelente desempeño de Lucho en Bogotá es la confianza de la gente en el gobierno de la izquierda democrática. El segundo debería ser que los bogotanos y bogotanas premiaran al Polo Democrático eligiendo a Samuel para que profundice la obra de Lucho que incluye los avances de las administraciones anteriores. Ello implica trabajo inteligente y duro, y el desarrollo de una estrategia política que, entre otros, tenga en cuenta los siguientes aspectos:

Reconocer sin ambigüedades la obra Lucho, pero también sin triunfalismo fatuo, con capacidad para mostrar el camino hacia la realización de un consistente proyecto de ciudad. Es lo que he condensado en el concepto de reconocimiento pleno y replanteamiento pleno. Samuel merece ser el Alcalde porque Lucho lo hizo bien, pero tiene que ganarlo en la campaña mostrando su propia capacidad.

Construir un verdadero proyecto de ciudad inspirado en los postulados de la izquierda democrática, esto es, en la idea de transformación democrática en profundidad. Ello supone el encuentro productivo entre sentir ciudadano y conocimiento experto sobre la megalópolis. Supone amplísima participación de la base ciudadana y dinámicos equipos especializados de trabajo.
Desarrollar una auténtica organización en red que cubra todos los espacios físicos (localidades, upezetas y barrios) y todos los espacios sociales (sectores, organizaciones y movimientos) con un sentido no de jerarquía orgánica de arriba hacia abajo sino de movilización e iniciativa de abajo hacia arriba.

Generar un proceso comunicativo que no se reduzca a lo instrumental sino que apunte a la formación de auténtica corriente de opinión sobre la ciudad, sus problemas y sus propósitos, que la gente no solo reciba mensajes sino que pueda crearlos y enviarlos, esto es, que las comunidades más que objeto sean sujeto de comunicación con lo cual se contribuye a crear sujeto político.
Desatar un verdadero alud de adhesiones y coaliciones que den a la campaña un sentido de amplísima pluralidad, de expansión y de capacidad electoral para obtener un holgado triunfo, lograrlo no por el halago de la repartición futura de puestos (el eufemístico acuerdo de gobernabilidad) sino por la articulación programática de intereses y visiones en una perspectiva de nuevo poder.
Prever con todo detalle la organización del día electoral. En la elección de Lucho Garzón jugaron más de veinte mil personas con responsabilidades precisas por cada puesto y por cada mesa de votación. Los que informan, los que vigilan, los que atienden a los que informan y vigilan, los que asisten a la Registraduría, los que comunican... Inclusive se llegó a establecer la potencialidad de votos de cada mesa a favor del candidato, se pudieron diseñar acciones compensatorias donde aparecía déficit y se tuvo una hipótesis del resultado final.

Todo lo anterior es posible si se tiene claro cuáles son los caminos de la nueva política, que el proyecto es un proyecto compartido entre muchos, en pluralidad, para profundizar la democracia aprovechando los acumulados remotos y recientes. En estas elecciones Bogotá será el campo de aguda competencia no tan solo de Peñalosa y Samuel sino de dos proyectos políticos: el desarrollista y el social, el autoritario y el democrático, el de la guerra y el de la paz, el del uribismo y el del Polo. Samuel se está posicionando bien frente a Peñalosa, pero solo el trabajo serio con amplísima movilización y participación ciudadana nos conducirá a la victoria. La responsabilidad con Bogotá es responsabilidad con Colombia.